Nacido en Dublín, el pintor ha vendido ya más de 10.000 obras, captando la atención de coleccionistas de todo el mundo. "El año pasado, 40 de mis cuadros fueron comprados por un hombre que posee un Francis, dos Picassos y un Lucian Freud, lo cual es fascinante, porque todos los artistas de su colección están muertos", declaró a The Portugal News. "Es un honor y una lección de humildad como artista que te reconozcan en vida".

Empezó su carrera artística hace unos 30 años, cuando un invitado a cenar se topó con sus cuadros y dijo que nunca había visto nada igual, animándole a venderlos. "Esa persona era un profesor de arte", cuenta Sharkey, "me preguntó si había ido a la escuela, dónde había aprendido a pintar, y le contesté que no, que sólo hacía cosas que me gustaban".

Créditos: Imagen suministrada;

"He experimentado de muchas maneras a lo largo de los años: dibujo, carboncillo, óleo, acrílico... todos los medios", explica sobre su trayectoria. "Eso es lo bueno de no haber recibido formación, porque cometes errores, pero así es como aprendes. Mientras que si hubiera ido a la universidad, estoy seguro de que no habría cometido tantos errores, pero habría acabado pintando como todo el mundo".

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La frecuencia de la creatividad

Sharkey empezó a pintar a los 12 años, y describe el proceso como algo que tenía menos que ver con la obra acabada y más con el alivio momentáneo que ofrecía. "De niño estaba muy triste y solo", cuenta. "La familia que me adoptó me devolvió al orfanato, así que tenía el corazón roto, y lo único que me funcionaba era escapar de cómo me sentía".

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Fue entonces cuando el artista recurrió a la creatividad como válvula de escape a las luchas a las que se enfrentaba, transformando el dolor en propósito: "Supongo que se convirtió en una forma de terapia, un hábito encantador que tenía", reflexiona. "Si se te ocurre una idea y la llevas a cabo, nunca estarás perdido".

Se considera un firme creyente en el poder de los pensamientos, en vivir el momento presente, donde puedes decidir lo que quieres y ser creativo. "Intento cada día que mis pensamientos sobre el futuro sean positivos y no detenerme en aspectos negativos del pasado, porque eso no cambia nada", afirma. "Mientras que la tentación es enchufarse a Netflix y luego, cuando te levantas por la mañana, no tienes nada que mostrar".

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"Me encanta poder aportar algo, traer belleza al mundo, hay una cierta conexión con la gente cuando experimentan mi arte, y su aprecio es toda la retribución que necesito", explicó. "Intento incorporar energía a mis cuadros, porque la creatividad es como una frecuencia, y la mayoría de la gente siente el arte más que verlo".

Para Sharkey, lo más gratificante del arte es que puede durar toda la vida y más allá, "tiene un sentido eterno, porque cuando yo haya muerto y me haya ido, éstos no lo estarán. Van a estar mirando los cuadros el resto de sus vidas, que pueden dejar a sus hijos, y no hay muchas cosas con las que se pueda hacer eso".

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Un tema de conversación

Su técnica consiste en utilizar un pincel, una espátula e incluso verter directamente de la botella. "Trabajo en el suelo, así que cuando pones la pintura en el lienzo y paras, hace lo suyo de la noche a la mañana, y es muy emocionante, nunca sabes qué esperar", afirma. "Me ha llevado unos 25 años aprender a hacer esto, pero una de las cosas que me distingue es que nunca hago lo mismo dos veces, no creo que pudiera repetirlo aunque lo intentara, hay un tic en mi cerebro, una vez que lo hago bien, quiero hacer algo diferente".

Pero no es sólo el proceso creativo lo que hace que su obra sea única, ya que la durabilidad de la pieza acabada también es un rasgo definitorio, y cada lienzo se trata con una combinación cuidadosamente seleccionada de materiales diseñados para prevenir y resistir tanto al tiempo como a los elementos. "Utilizo un barniz artístico diseñado para evitar que los colores se destiñan, y la pintura de cristal que utilizo también está diseñada para molinos de viento, tiene un filtro UV incorporado, así que hay dos capas de protección", revela. "En países como éstos, la gente va a querer colocarlos en lugares luminosos, así que hay que asegurarse de que sean imperecederos".

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La capa final, un barniz para yates, cumple a la vez una función conservadora y práctica, ya que forma un revestimiento robusto que puede soportar algún que otro percance, ya sean los dedos pegajosos de los niños o el vino derramado. "Se puede limpiar con una toallita de bebé", añade. "Me he esforzado al máximo para garantizar la máxima calidad".

Desde la pintura y el barniz hasta la elección del lienzo, cada componente se incorpora pensando en la calidad y la longevidad, lo que da como resultado una obra que no sólo suscita conversaciones, sino que también es animada, táctil y resistente, como el propio artista.

Para más información sobre Sharkey y sus próximas obras, visite https://kevinsharkeyart.com/.


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A journalist that’s always eager to learn about new things. With a passion for travel, adventure and writing about this diverse world of ours.

“Wisdom begins in wonder” -  Socrates

Kate Sreenarong