Construido como una cámara acorazada anexa al Palácio da Ajuda, el museo cuenta con cristales a prueba de balas, puertas blindadas de cinco toneladas y vigilancia avanzada, lo que lo convierte en uno de los museos más seguros del mundo.

Su pieza estrella es la segunda pepita de oro más grande jamás descubierta, que pesa más de 20 kg. Extraída en Brasil durante el periodo colonial, la pepita pone de relieve los duraderos lazos históricos y económicos entre Portugal y su antigua colonia. Otras gemas brasileñas expuestas son un diamante en bruto de más de 138 quilates procedente de Minas Gerais y el célebre "Diamante de Braganza", que es en realidad una llamativa aguamarina.

La colección abarca desde el siglo XVI hasta el XX, con joyas, objetos decorativos y galas que pertenecieron a la Corona portuguesa. Muchas piezas no eran simples símbolos de riqueza, sino que tenían un significado político: servían como dotes, ofrendas eclesiásticas o muestras del poder real.

Las medidas de seguridad no son excesivas. En 2022, unas joyas portuguesas prestadas a una exposición holandesa fueron robadas y nunca se recuperaron, una pérdida que aún resuena hoy en día. El Museo del Tesoro Real se encarga ahora de salvaguardar estos objetos de valor incalculable, al tiempo que ofrece al público una oportunidad única de explorar el patrimonio real de Portugal y la historia global que le dio forma.