El estudio, realizado por la asociación académica"World Weather Attribution" con la Cruz Roja Portuguesa, concluye que los grandes incendios en Portugal y España se han visto "sustancialmente amplificados" por el cambio climático, que está exacerbando las condiciones meteorológicas de calor, sequedad y viento.
Los autores del estudio, centrado en la región noroccidental de la Península Ibérica, afirman que las condiciones meteorológicas propicias a los incendios son ahora más probables y aproximadamente un 30% más intensas que en el periodo preindustrial.
Las grandes olas de calor, que antes de la Revolución Industrial se habrían esperado menos de una vez cada 2.500 años, se producen ahora en ambos países una media de cada 12 años. En otras palabras, dicen, el cambio climático las ha hecho unas 200 veces más probables y unos 3 °C (grados centígrados) más intensas.
El análisis recién publicado, basado en observaciones meteorológicas y métricas de riesgo de incendios, "muestra que sucesos que antes habrían sido extremadamente raros se han vuelto mucho más frecuentes, haciendo que los grandes incendios sean más probables y más intensos".
Pero también afirma que, además del calentamiento global, hay otros factores que están aumentando la frecuencia de los incendios, como la migración de la población rural a las zonas urbanas en las últimas décadas, el abandono de la agricultura y la acumulación de biomasa (que aumentan la cantidad de combustible disponible), y unas prácticas de gestión insuficientes.
Medidas preventivas
Los investigadores recomiendan medidas preventivas estructuradas y una gestión local del territorio (gestión del combustible, pastoreo, quemas controladas, desbroce mecánico), así como "políticas públicas ambiciosas de adaptación y mitigación de emisiones" (transición energética).
Portugal perdió más de 260.000 hectáreas en los incendios de este año, cerca del 3% de la superficie del país y casi tres veces la media anual. En España se quemaron más de 380.000 hectáreas, casi cinco veces la media anual.
La superficie quemada en la Península Ibérica representa alrededor de dos tercios de la superficie total quemada en Europa, que superó el millón de hectáreas en agosto por primera vez desde que comenzaron los registros en 2006, señalan los autores del estudio.