El incendio que comenzó en el distrito de Coimbra y se extendió a los distritos de Castelo Branco y Guarda ya ha consumido aproximadamente 60.000 hectáreas, según ha declarado a la agencia de noticias Lusa un experto en incendios y miembro de los comités técnicos que analizan los grandes incendios de 2017.

El investigador de la Universidad de Trás-os-Montes y Alto Douro(UTAD) señaló que el mayor incendio registrado en Portugal fue el que se inició en Vilarinho, en el municipio de Lousã, en octubre de 2017, que afectó a 53.000 hectáreas, seguido del incendio de Arganil, también ese año, con aproximadamente 38.000 hectáreas (sin contar los incendios de este año).

La estimación del investigador de la Universidad de Trás-os-Montes y Alto Douro (UTAD) se basa en la información del seguimiento de incendios por teledetección.

La superficie calculada por Paulo Fernandes es mayor que los datos provisionales del Sistema de Gestión de Información sobre Incendios Forestales(SGIF), que indica una superficie quemada de 47.000 hectáreas (hasta el martes), y del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales(EFFIS), que registra 57.596 hectáreas, con la última actualización realizada hoy.

"Lo más probable es que sea el incendio más grande de la historia", subrayó el investigador, quien señaló que algunos incendios "nacen para ser grandes", considerando que el de Arganil, que comenzó hace una semana, "es uno de esos casos".

Según el investigador, el fuego se inició de madrugada, tras la caída de dos rayos en una cresta, lo que provocó una respuesta más lenta y la imposibilidad de utilizar medios aéreos en el ataque inicial, "en un lugar relativamente inaccesible".

En un entorno de tormenta eléctrica que genera vientos, el fuego "se propagó muy rápidamente" en las primeras horas, señaló, considerando esto "una receta para que se convirtiera en un incendio mayor en las horas siguientes o incluso en días."

Todo ello, ha apuntado, se produjo en un "territorio muy complejo", no sólo por la accesibilidad, sino también por el efecto que la topografía "tiene en la evolución del fuego", en una región que arde repetidamente, registrando grandes incendios en 1987, 2005 y 2017.

"Sabemos que la ocurrencia de grandes incendios fomenta incendios mayores en el futuro, porque hace que el paisaje sea cada vez más homogéneo, y cuando la vegetación se recupera, crece simultáneamente, y tendremos un continuo de vegetación cada vez más homogéneo, y si hay algo que le gusta a los incendios es esta homogeneidad", explicó.

Según Paulo Fernandes, el incendio que se inició en Arganil es un fuego convectivo, "muy dominado por la energía" y en el que hay poca influencia del viento.

Tras la tormenta, este fuego se propagó "lentamente en todas direcciones", señalando la forma redondeada que adoptó a medida que avanzaba.

"Estos incendios se producen cuando tenemos mucha vegetación, con una atmósfera relativamente inestable, donde el viento no es realmente necesario y el fuego no tiene esos comienzos tan rápidos y repentinos. En lugar de eso, crece de forma constante a lo largo del tiempo, con mucha biomasa seca y, por lo tanto, es muy difícil de combatir", explicó.