No son meras reliquias de la despoblación rural, ni sólo el detritus de las turbulencias económicas. Son, en muchos sentidos, una expresión física de las contradicciones sociales, económicas e históricas de Portugal. Son bellos, melancólicos, esperanzadores, frustrantes, icónicos y problemáticos a la vez. ¿Cómo ha llegado este pequeño país, cada vez más moderno y admirado en todo el mundo, a tener un exceso tan visible de estructuras abandonadas? Las razones son complejas y un testamento de la historia, la economía, la burocracia, la cultura y la migración portuguesas. Intentemos desentrañar algunas de ellas.


El laberinto de la herencia y la propiedad

El derecho de sucesiones portugués es uno de los más estrictos de Europa. No se puede dejar la casa a un hijo y desheredar a los demás. Los bienes se dividen automáticamente entre los herederos, aunque sean diez.

A lo largo de generaciones, esto crea una "inflación de herederos". Una sola casa de piedra puede tener docenas de propietarios en varios países. Para vender la casa o incluso reformarla, cada uno de esos propietarios debe estar de acuerdo y firmar. Buena suerte encontrando a un primo que vive en Toronto o a un tío abuelo que desapareció en Mozambique hace 50 años. ¿Cuál es el resultado? Los edificios quedan atrapados en un limbo legal, deteriorándose simplemente porque nadie puede tomar legalmente una decisión sobre su futuro. Y la burocracia no ayuda. Los registros de la propiedad no se mantuvieron rigurosamente hasta finales del siglo XX. Muchas viviendas carecen aún de documentación clara. Resolver disputas puede llevar años, costar una auténtica fortuna y agotar la voluntad incluso de las familias más entregadas.

El siglo de decadencia rural de Portugal

Como gran parte del sur de Europa, Portugal pasó rápidamente de una economía rural a una urbana. En 1960, el campo estaba lleno de vida, pero en los años 90, los jóvenes habían huido en masa de los pueblos hacia Lisboa, Oporto y el extranjero. Comunidades enteras se vaciaron, dejando tras de sí granjas sin agricultores, casas solariegas sin herederos y tiendas y cafés sin clientes. Conducir por el interior es como explorar las secuelas de una evacuación. A medida que la población envejece y las tasas de natalidad se mantienen bajas, el campo sigue reduciéndose y los edificios (incluso las escuelas) sobreviven a su propósito. Una vez vacíos, se deterioran rápidamente en el clima cálido y húmedo de Portugal.


La crisis financiera de 2008

Portugal se vio duramente afectado por la crisis financiera mundial. Los bancos se hundieron, la construcción se paralizó, el crédito se evaporó y el turismo no se acercaba ni de lejos al nivel actual. Miles de edificios, a medio construir, totalmente construidos o a la espera de inversiones, simplemente se abandonaron a su suerte. Aún podemos ver vestigios de esta época. Esqueletos de hormigón en el horizonte, complejos planificados cubiertos de maleza y muchas urbanizaciones en primera línea de playa congeladas a mitad de construcción.

Auge del turismo y desmoronamiento de algunos edificios

El auge del turismo en Portugal ha traído consigo enormes inversiones y modernización. Sin embargo, no todos los edificios son fáciles de renovar. Muchos se encuentran en zonas protegidas, donde las estrictas leyes regulan la conservación de fachadas, la autenticidad arquitectónica y las restricciones de altura. Un promotor puede pasarse años tramitando complicados documentos para obtener la aprobación urbanística. Muchos simplemente se van. Así, Portugal tiene tanto una explosión de nuevos hoteles y Airbnbs como un universo paralelo de estructuras en decadencia justo al lado de ellos.

La ironía de la crisis inmobiliaria

Portugal se enfrenta a una conocida escasez de vivienda. Los alquileres se han disparado, la población local se ve obligada a abandonar regiones populares mientras los políticos debaten sin cesar sobre posibles soluciones. Y sin embargo, el país tiene una de las tasas más altas de viviendas vacías de Europa. Esta paradoja tiene su origen en los obstáculos para desbloquear edificios abandonados. El resultado parece absurdo. Edificios vacíos por todas partes mientras no hay suficientes viviendas para las familias corrientes.

Si nos fijamos bien, hay algunos signos de cambio. Aumentan los incentivos a la regeneración urbana, los ayuntamientos presionan a los propietarios para que renueven o vendan y la inversión extranjera sigue reviviendo viejos barrios. También hay algunos jóvenes emprendedores portugueses que están restaurando propiedades como casas de huéspedes, cafés y espacios de co-living.

Además, se están modernizando algunas leyes de sucesiones. Pero los avances son lentos, porque como ya hemos citado en este artículo, los edificios abandonados de Portugal no son sólo proyectos de construcción que esperan en la periferia, son realmente símbolos de la historia, la memoria, los conflictos familiares, la identidad cultural y décadas de migración. Cuentan historias de gente que se fue, de gente que se quedó y de gente que simplemente no supo decidir qué hacer con el pasado.

Un país medio renovado, medio encerrado en viejos recuerdos

Portugal es una tierra de belleza, resistencia y contradicciones. Sus edificios abandonados son en parte tragedia, en parte poesía y la encarnación de la "saudade". Frustran a unos, atraen a otros y desconciertan a casi todos. Son recordatorios físicos de que las naciones evolucionan de forma desigual. El crecimiento se asienta junto a la decadencia, la modernidad existe junto a la nostalgia, mientras que la prosperidad a menudo se deja de lado al tiempo que se desenredan las cargas del ayer.