Fueron días de reuniones relevantes en el Parlamento, la AICEP y el Foro Luso-Saudí del Sector Privado en Taguspark, que tuvo eco internacional. Más que una visita protocolaria, esta presencia fue una oportunidad única para acercar a los dos países en torno a proyectos concretos de cooperación.
Los saudíes llegaron a Lisboa con una agenda clara y práctica. Trajeron a representantes del Ministerio de Inversiones, el Ministerio de Economía y Planificación, la Autoridad General de Comercio Exterior, Monsha'at y la Autoridad de Promoción de Inversiones. También acudieron empresarios de los sectores de la construcción, la sanidad, la tecnología, la energía y la aviación. En las reuniones se identificaron áreas de gran potencial para la colaboración, desde infraestructuras aeroportuarias, portuarias y ferroviarias, hasta energía, sanidad, innovación y startups. También se firmaron acuerdos de colaboración entre empresas portuguesas y saudíes, y ya hay programados nuevos foros e iniciativas. El mensaje fue claro: hay voluntad y capital para invertir en Portugal y, al mismo tiempo, allanar el camino para que las empresas portuguesas se instalen en Arabia Saudí en el marco de su ambiciosa Visión 2030.

Dado este interés, la gran pregunta es si Portugal puede pasar del protocolo a la acción. Demasiado a menudo nos quedamos en el simbolismo de las visitas oficiales, las fotografías y los comunicados de prensa, sin que ello se traduzca en proyectos transformadores. La inversión extranjera sigue tropezando con barreras ya conocidas: excesiva burocracia, lentitud administrativa, falta de coordinación entre organismos públicos y ayuntamientos, y ausencia de un seguimiento específico de los inversores. Si nada cambia, corremos el riesgo de que las buenas intenciones se queden en el camino, dando la impresión de que Portugal no está realmente preparado para captar este tipo de capital.

Lo que está en juego va mucho más allá de las operaciones puntuales. Arabia Saudí está preparando inversiones a gran escala, especialmente en los sectores de la aviación, el turismo y la energía, por valor de decenas de miles de millones de dólares. Integrar este movimiento significaría poner a Portugal en el radar de una de las transformaciones económicas más relevantes de nuestro tiempo. No aprovecharla sería perder la oportunidad de diversificar la economía, reducir la excesiva dependencia del turismo y crear condiciones para salarios competitivos que retengan a los jóvenes talentos portugueses.

Portugal tiene talento, empresas de calidad y reconocimiento internacional. La visita de esta semana lo ha demostrado claramente. Pero el talento sólo se aprovechará si hay visión, liderazgo y eficacia por parte de las instituciones públicas. Ahora nos toca a nosotros transformar los puentes creados en proyectos concretos que traigan inversión, empleo y crecimiento sostenible.

El tiempo del protocolo ha pasado. El reto de Portugal es demostrar que sabe pasar de las intenciones a los hechos. Sólo entonces la visita saudí dejará de ser otra ocasión bienintencionada para convertirse en el inicio de un futuro de oportunidades reales para nuestra economía y el país.







