Es un ciclo que alimenta la creencia de que nada cambia nunca, de que el futuro siempre se pospone. Y luego hay días como el de esta semana, en que tres empresas portuguesas ganan un reto europeo de innovación y nos recuerdan que, de hecho, el futuro ya se está construyendo aquí mismo, con nuestras propias manos.

Tres startups portuguesas figuran entre los ganadores del Hospital Innovation Challenge, una iniciativa que reúne a hospitales europeos y pequeñas empresas para resolver problemas sanitarios reales. De veintitrés candidaturas, se eligieron seis soluciones, y la mitad de ellas procedían de Portugal. No es una coincidencia, es una señal. Sin embargo, esta noticia apenas hizo mella en un país que aún está aprendiendo a valorar lo que crea.

Desde Aveiro, Vitruvian Shield desarrolló una plataforma de inteligencia artificial combinada con dispositivos wearables para la monitorización remota de pacientes y la gestión de enfermedades crónicas, respondiendo a un reto del Hospital São João de Oporto. Desde Lisboa, Luz Eclética diseñó un sistema de alerta basado en IA capaz de predecir la pérdida muscular en pacientes en estado crítico, una herramienta que puede transformar la forma en que los hospitales anticipan la atención nutricional. Desde Madeira, Opvance creó una plataforma digital segura para integrar datos clínicos y modelos de aprendizaje automático en los sistemas hospitalarios, mejorando tanto la seguridad como la eficiencia.

Tres historias, tres equipos, tres pruebas de que la innovación portuguesa en sanidad es real, sofisticada y profundamente humana. Y aún así, dudamos en creerlo. Parece que valoramos más fácilmente una solución llegada del extranjero que una desarrollada a pocos kilómetros de distancia. Es casi un hábito nacional que el talento portugués necesite a menudo ser validado internacionalmente antes de ser reconocido en casa.

Mientras el debate público sigue centrándose en lo que no funciona, muchos profesionales, investigadores y empresas portugueses están creando en silencio lo que podría solucionarlo. Portugal dispone de herramientas y talento extraordinarios. Desde actores globales como Swordfish, que impulsa la investigación clínica en todo el mundo, hasta estas startups que diseñan soluciones prácticas para los hospitales europeos, el potencial está aquí mismo. El problema no es la falta de innovación, sino nuestra incapacidad para confiar e invertir en lo que ya tenemos.

Somos rápidos para criticar, pero lentos para celebrar. Nos centramos en el ruido de la disfunción e ignoramos el progreso silencioso que podría redefinir el futuro de la asistencia sanitaria. En un momento en que el sistema necesita desesperadamente esperanza y resultados, quizá el primer paso sea sencillo: investigarnos a nosotros mismos y reconocer nuestra propia capacidad. Porque a veces, lo que más necesita un país no es otro titular de fracaso, sino un poco más de fe en sí mismo y en su gente.