Varios ayuntamientos han empezado a incluir limitaciones específicas en sus normativas de higiene urbana y, en algunos casos, las sanciones alcanzan cuantías importantes.

Según Ekonomista, hay municipios que aplican multas de más de 1.000 euros cuando la infracción provoca suciedad evidente o motiva quejas de los vecinos.

Los ayuntamientos explican que no pretenden penalizar las buenas intenciones de quienes tratan de ayudar a los animales vagabundos. El objetivo es evitar problemas de salud pública y preservar el equilibrio urbano. Cuando los restos de comida se dejan en lugares inadecuados, se crean condiciones favorables para la aparición de ratas, cucarachas y otras plagas.

La concentración de palomas aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades y, en las zonas históricas, los excrementos de las aves aceleran el deterioro de los edificios. En las zonas residenciales, la dependencia de los animales de la comida que dejan los particulares compromete las condiciones de higiene.

Cada municipio decide cómo regular estas situaciones. Algunos municipios hacen advertencias más moderadas, mientras que otros aumentan rápidamente las multas cuando la práctica representa un riesgo sanitario o causa daños al espacio urbano.

¿Dónde está prohibido?

No existe una ley nacional que aborde este asunto de manera uniforme. Así, las normas varían de un municipio a otro. Lisboa, Oporto, Cascais, Sintra y otros municipios ya han incluido la prohibición de alimentar animales en la vía pública en sus normativas de limpieza e higiene. Para evitar sorpresas, lo más prudente es consultar la normativa municipal de su lugar de residencia.

El caso más citado es el de Oeiras. El artículo 79 del Reglamento del Servicio de Gestión de Residuos Urbanos, Limpieza e Higiene establece que colocar alimentos en lugares públicos que puedan atraer animales vagabundos constituye una infracción. Las multas oscilan entre 50 y 8.000 euros, dependiendo de la gravedad de la situación.