Las cifras no hacen sino confirmar lo que se percibe sobre el terreno desde hace tiempo. El sector del turismo y la hostelería ha entrado en una nueva fase de madurez, más cualificada, más valorada y cada vez más interesante para los grandes inversores nacionales e internacionales.

Hasta noviembre de este año, la inversión hotelera en Portugal alcanzó los 341 millones de euros. Esta cifra sitúa a la hostelería como la segunda clase de activos más importante del sector inmobiliario comercial nacional, sólo por detrás del comercio minorista. Es una clara señal de confianza en el país y en su capacidad para seguir atrayendo turistas de alto poder adquisitivo.

Portugal ocupa hoy un papel central en el dinamismo hotelero de la Península Ibérica. Sólo en los nueve primeros meses del año, Iberia concentró el 19% de toda la inversión hotelera europea, por un total de 16.000 millones de euros a nivel europeo. Y Portugal ha hecho una contribución muy relevante a este movimiento.

Desde 2019, el precio medio por noche en Portugal ha subido un 39 por ciento y los ingresos por habitación disponible han aumentado un 44 por ciento. Estas cifras muestran una sólida recuperación tras la pandemia, pero también algo aún más importante. El turismo en Portugal se está volviendo más premium, más orientado a la calidad y menos al volumen.

Una de las razones de este cambio es clara. El perfil de los turistas ha cambiado. El turismo procedente de Estados Unidos creció un 91% respecto a 2019. Este nuevo turista busca principalmente experiencias de lujo, hoteles superiores, gastronomía, bienestar y autenticidad. Y esto se refleja directamente en los precios y la valoración de los activos.

Actualmente, en Portugal, la mayor parte de la inversión hotelera es realizada por inversores institucionales, es decir, grandes fondos y entidades profesionales. Representan cerca del 59% del total. Los llamados family offices y las empresas privadas representan el 31 por ciento, mientras que las cadenas hoteleras sólo el 10 por ciento. Estos datos demuestran que el mercado portugués se considera un activo financiero sólido y a largo plazo.

Otro aspecto llamativo es la clara estrategia de apostar por el lujo. En los primeros trimestres del año, el 81 por ciento de la inversión se dirigió a hoteles de cinco estrellas. El Algarve sigue a la cabeza como principal destino de inversión, seguido de Lisboa y Oporto.

También hay una fuerte apreciación de los llamados hoteles de estilo de vida, bienestar y restauración. En Lisboa, por ejemplo, un hotel lifestyle de cuatro estrellas puede cobrar una media de 260 euros por noche, prácticamente el doble que un hotel convencional.

En el alojamiento local, Lisboa sigue mostrando la enorme presión de la demanda. En 2024, el AL representará casi la mitad de las camas y pernoctaciones de la ciudad, generando más de 500 millones de euros. Sin este segmento, serían necesarias más de 10.000 nuevas habitaciones de hotel para satisfacer la demanda.

Mirando al futuro, siento optimismo. Las previsiones apuntan a un crecimiento continuado en 2025, con más huéspedes y nuevas tendencias como las residencias de marca y los apartamentos de lujo con servicios incluidos. También se espera una mayor integración entre los hoteles tradicionales y el alojamiento local.

Portugal vive claramente un nuevo ciclo turístico. Más sofisticado, más valorado y más atractivo para la inversión global. Y, para quienes siguen de cerca este sector, esta época dorada apenas está cerca de su fin.