Vida temprana y enfermedad
Nacido alrededor de 1342, Julián vivió una época caracterizada por grandes dificultades, entre ellas la peste negra, que asoló Europa a mediados del siglo XIV. Esta pandemia no sólo causó muertes generalizadas, sino que también infundió miedo e incertidumbre en las comunidades. En este contexto, Juliana sufrió una grave enfermedad que creyó que la llevaría a la muerte.
En sus visiones, Juliana vio con todo detalle el sufrimiento de Cristo en la cruz. Describió la sangre de Jesús fluyendo y su cuerpo soportando un inmenso dolor. Estas representaciones gráficas no eran meramente impactantes, sino que servían para ilustrar la profundidad del amor de Dios por la humanidad. Las reflexiones de Juliana subrayaban que Dios no permanece distante del sufrimiento humano, sino que entra profundamente en él. Expresó que, a través de la pasión de Cristo, los creyentes pueden encontrar consuelo sabiendo que Dios comprende íntimamente su dolor.
La teología de Juliana gira en torno a la idea de que el sufrimiento es parte integrante de la experiencia humana y puede conducir a un amor y una comprensión más profundos. Es famosa su obra sobre las tres heridas que deseaba: la verdadera contrición por el pecado, la compasión amorosa por los demás y el anhelo de Dios. Estas heridas reflejan su creencia de que el amor genuino implica compartir tanto la alegría como el sufrimiento con los demás.
La vida de Juliana transcurrió en gran parte en reclusión como anacoreta, una mujer que se aparta de la sociedad para dedicarse a la oración y la contemplación. A pesar de su aislamiento, se convirtió en consejera espiritual de muchos que buscaban su sabiduría en tiempos de angustia. Sus escritos siguen resonando hoy en día, ya que abordan cuestiones fundamentales sobre el sufrimiento, el amor divino y la esperanza.