Es el santo más invocado, desde la Edad Media, como protector contra el terrible azote de la peste, ya que atendió a muchos enfermos que sanaron milagrosamente con su contacto.

Su patrocinio se ha extendido progresivamente al mundo de los agricultores, de los animales, de las grandes catástrofes como terremotos, epidemias y enfermedades muy graves; en un sentido más moderno, es un gran ejemplo de solidaridad humana y de caridad cristiana, en el espíritu del voluntariado.

A lo largo de los siglos, se ha convertido en uno de los santos más conocidos en Europa y en ultramar.

Murió en la cárcel de Voghera, porque se le creía espía, cuando regresaba a Montpellier de una peregrinación a Roma.