Cada día se nos echan encima muchas cosas y reforzar nuestra resiliencia es esencial para poder llevar una vida plena.

La resiliencia comienza con la capacidad de vernos a nosotros mismos como individuos que tenemos el poder de cambiar el rumbo de nuestras vidas. Un sentido de competencia y una sana confianza en nuestras capacidades son requisitos clave para afrontar las dificultades de la vida.

Lo que la investigación revela sobre la resiliencia

Basándose en años de investigación, la psicóloga Suzanne C. Kobasa identificó tres factores críticos que unen a las personas que son capaces de superar los problemas que se les presentan.

En primer lugar, las personas resilientes creen que pueden influir en los acontecimientos. E incluso cuando no controlaban la situación, sabían que tenían el poder de elegir su actitud ante ella. En segundo lugar, sentían curiosidad por el mundo y se interesaban por la gente que les rodeaba y, en tercer lugar, no evaluaban los problemas como estresores potenciales, sino como retos que podían ayudarles a acercarse a sus objetivos.

Más tarde, docenas de estudios han confirmado que las personas positivas, abiertas y amables, con un enfoque positivo de la vida, tienen un mayor nivel de resiliencia en comparación con las personas ansiosas y con tendencia al yo. La resiliencia se ve reforzada por la forma en que manejamos la incertidumbre, regulamos nuestras emociones y mantenemos el humor incluso en los momentos difíciles. La investigación también reveló que cuanto mayor es el nivel de espiritualidad y fe, mayor es la resiliencia.

Vida significativa y optimismo

El psicólogo Martin Seligman, padre de la psicología positiva, subraya que la resiliencia no debe referirse sólo a superar periodos difíciles, sino también a cómo vivir una vida con sentido. Las personas más resilientes son las que son conscientes de quiénes son. A pesar de todos sus traumas y fracasos, son capaces de mantener el sentido y el propósito de sus vidas.

Si nuestro enfoque interno es pesimista, si exageramos, tenemos visión de túnel y nos centramos excesivamente en los problemas, es posible que no podamos progresar como personas.

El optimismo realista nos ayuda a superar los obstáculos y a conservar nuestra energía para cuando surjan situaciones vitales verdaderamente desafiantes.

La resiliencia a lo largo de la historia

La necesidad de resiliencia no es nada nuevo, aunque hoy en día hablemos de ella con más frecuencia. Pero Platón, Aristóteles y otros filósofos ya reflexionaron sobre cómo vivir una buena vida. Aristóteles destacaba que una vida bien vivida es aquella guiada por la moralidad y la virtud. En los últimos años, como hemos vivido en la prosperidad, hemos perdido la capacidad de afrontar las experiencias negativas. Debemos comprender que no sentirse bien también es natural y dejar de perseguir una "vida ideal".

La Organización Mundial de la Salud publicó recientemente estadísticas que muestran que el treinta y tres por ciento de los niños de trece a diecinueve años no saben cómo afrontar sus sentimientos y superar situaciones difíciles, y tampoco sus padres. La resiliencia también tiene que ver con cómo aceptamos y procesamos nuestras propias emociones negativas.

En el centro de la resiliencia se encuentran preguntas como: ¿Es útil la forma en que me estoy comportando ahora? O si no puedo cambiar esta situación, ¿puedo al menos cambiar mi actitud hacia ella?

¿Es la resiliencia una predisposición con la que nacemos?

Los investigadores intentan encontrar una respuesta a esta pregunta, que está relacionada con muchos otros factores. Según Seligman, los genes influyen en nuestra visión de la vida hasta en un cincuenta por ciento. Otro cuarenta por ciento está influido por nuestro modo de vida, los hábitos cotidianos y el entorno en el que crecemos. Los seis primeros años de vida son absolutamente cruciales. El último diez por ciento representa las circunstancias externas, que no podemos controlar.

Seligman realizó un estudio sobre gemelos idénticos que fueron separados tras la muerte de sus padres. Uno fue criado por abuelos pobres, el otro fue adoptado por una cariñosa familia de acogida. El primero se hizo adicto al alcohol y acabó sin hogar, mientras que el segundo se convirtió en un neurocirujano de éxito. A pesar de tener las mismas predisposiciones genéticas, el entorno en el que crecieron marcó su futuro.

Sin embargo, hay niños que sufrieron grandes adversidades a una edad temprana y, aun así, fueron capaces de dar un giro a sus vidas. Aunque no hubiera indicios de éxito, encontraron la fuerza para cambiar su destino. Esta capacidad interior es la resiliencia, una fuerza interior que va más allá de la fuerza física.

El cociente de resiliencia

El cociente de resiliencia, que se evalúa de forma similar al cociente intelectual o al coeficiente intelectual, se basa en siete competencias clave. Autoconciencia, pensamiento crítico, autorregulación, capacidad para entablar buenas relaciones, tenacidad, perseverancia y capacidad para gestionar la energía.

La gestión de la energía es uno de los mayores retos de hoy en día, especialmente para quienes intentan encontrar un equilibrio saludable entre trabajo y vida privada. Muchas personas intentan recargar las pilas mediante el ejercicio físico, pero no basta con hacer ejercicio, comer y dormir bien. La estimulación positiva a lo largo del día, estar rodeado de gente que nos gusta y sentir que lo que hacemos tiene sentido también son vitales para el bienestar.

Aumentar la resiliencia

Conecta con los demás: da prioridad a las relaciones con personas empáticas y comprensivas que puedan recordarte que no estás solo cuando te enfrentas a dificultades.

Únete a un grupo - algunas personas encuentran que formar parte de grupos cívicos, comunidades religiosas u otras organizaciones les ayuda a obtener apoyo y un sentido de propósito

Cuida tu cuerpo: promover factores positivos en tu estilo de vida y hacer ejercicio con regularidad puede fortalecer tu cuerpo para adaptarse al estrés y reducir la ansiedad o la depresión.

Practica la atención plena: entrenando tu mente puedes gestionar el estrés de forma más eficaz.

Ayude a los demás: relacionarse y ayudar a los demás puede ayudarle a aumentar su resiliencia.

Avanza hacia tus objetivos: establece objetivos realistas y da pequeños pasos regulares que te acerquen a lo que quieres conseguir.

Acepta el cambio: el cambio forma parte de la vida. Aceptarlo puede ayudarte a centrarte en las circunstancias en las que puedes influir.

Mantén una actitud esperanzada: una actitud optimista te permite esperar que te ocurran cosas buenas.

La resiliencia como práctica permanente

No podemos cambiar nuestra predisposición genética, pero sí la forma en que respondemos a los retos de la vida. Como dijo el psicólogo Adam Grant: "La resiliencia psicológica es un músculo que puede fortalecerse".