El día anterior, había asistido a un acto llamado "Unbound", que trataba sobre la limpieza de líneas ancestrales. Me di cuenta de que para él y para muchos de nosotros, "desatado" significa mucho más, y desatarnos a nosotros mismos es esencial en los tiempos que corren. Estamos tan atados que es hora de identificarlos y soltarlos.

La mayoría de nosotros llevamos más de lo que creemos, no en las manos ni en la espalda, sino en silencio, en la mente y en el cuerpo. Es una carga oculta que nadie conoce, pero que, una vez reconocida, puede aligerarse.

Cargamos con el peso de las expectativas, las nuestras y las de los demás. Cargamos con la necesidad de hacerlo bien, de demostrar nuestra valía, de no defraudar nunca a nadie. Cargamos con viejas historias sobre quiénes se supone que debemos ser, a menudo heredadas de la familia, la cultura o experiencias pasadas.

Y con el tiempo, este peso invisible empieza a moldearnos. Determina las decisiones que tomamos, los riesgos que evitamos e incluso la forma en que nos hablamos a nosotros mismos. No es de extrañar que muchos de nosotros nos sintamos agotados, no sólo físicamente, sino también emocionalmente.

En algún momento, tenemos que parar y preguntarnos: "¿Qué estoy reteniendo que no es mío? ¿Qué sentiría si lo dejara?".

Para muchos, la carga más pesada es la que ponemos sobre nuestros hombros. Nos imponemos unos niveles de exigencia imposiblemente altos en todos los ámbitos de la vida: trabajo, relaciones, salud e incluso descanso. No esperamos que los demás alcancen esos objetivos, pero nos los ponemos nosotros mismos. Nos decimos a nosotros mismos que tenemos que seguir esforzándonos. Que ir más despacio significaría quedarnos atrás. Que por fin seremos suficientes cuando alcancemos el siguiente objetivo, corrijamos el siguiente defecto o marquemos todas las casillas de la lista. El problema es que, aunque marcáramos todas esas casillas, nos sentiríamos igual.

Para mi boda, perdí mucho peso y bajé a una talla 10. El día de mi boda, se me ocurrió que tenía que hacer algo. El día de mi boda, me di cuenta de que no me sentía más feliz con mi nueva talla, más pequeña, y de que era difícil mantenerme como una mujer más grande. Así que le dije a mi marido que recordara ese día, ya que nunca volvería a verme con un vestido de la talla 10. 3 meses después de la boda, volví a mi talla más grande y, ¿adivináis qué? Me sentía exactamente igual que cuando estaba más delgada.

La mentalidad de "seré feliz cuando..." no conduce a la libertad ni a la plenitud. Lleva al agotamiento. Es una cinta de correr que nunca se detiene. Puedes bajarte. Tu valía no está ligada a lo mucho que produces o a la perfección de tu rendimiento. El descanso no es una recompensa, es un derecho.

Muchos de nosotros también estamos condicionados por lo que piensan los demás. En consecuencia, nos editamos para ser más aceptables, más agradables, menos susceptibles de recibir críticas. Evitamos decir la verdad, decir que no u ocupar espacio porque no queremos molestar a nadie.

Pero intentar controlar cómo te ven los demás es una tarea imposible. La gente se formará opiniones independientemente de lo que hagas. A menudo, esas opiniones dicen más de ellos que de ti.

El coste de adaptarse constantemente es alto. Pierdes la conexión con lo que realmente eres. Si la gente va a formarse opiniones de todos modos, ¿por qué no podemos ser nosotros mismos? Es mucho más fácil, mucho menos estresante y podemos seguir siendo fieles a nosotros mismos.

Créditos: Unsplash; Autor: sasha-freemind;

Gran parte de lo que nos mantiene atados no es visible. Está en las historias que nos contamos a nosotros mismos.
Historias como:
"Soy demasiado".
"No soy suficiente".
"No puedo defraudar a la gente".
"Si dejo de esforzarme, fracasaré".

Estas creencias pueden habernos ayudado a sobrevivir en el pasado. Eran mecanismos de supervivencia, formas de encajar, de estar a salvo o de evitar conflictos. Pero no son verdades. Son guiones obsoletos que ya no nos sirven.

Vivir sin ataduras no significa rechazar la responsabilidad o huir de los compromisos.
Se trata de darte permiso para dejar de cargar con lo que nunca fue realmente tuyo. Se trata de soltar las garras de la perfección, la aprobación y las viejas historias para que puedas moverte por la vida con más facilidad y autenticidad.

No hay nada que arreglar.
Nada que ganar.
Nada que demostrar.

Eres suficiente, tal y como eres.

¿Quizás la libertad no viene de hacer más o de ser mejor?
Tal vez comienza con dejar de lado el peso que nunca debiste llevar.

No necesitas que te arreglen. No necesitas ganarte el descanso o la libertad.
Sólo necesitas permitirte vivir sin ataduras.